Una historia contada jamás será igual que a una historia vivida. Nuestra esencia de comunicar nos lleva a escuchar vivencias e historias para darle forma y sentido a aquello que nos cuentan, nos imaginamos las situaciones y hasta se nos puede erizar la piel por pura empatía; pero, nunca logramos del todo sentir con cada fibra del corazón aquello que escuchamos… Hasta que lo vivimos.
Preparé mis maletas para visitar a mi familia en Navidad y Año Nuevo. Había pasado un año desde mi última visita a Venezuela. Sabía que mi país no estaba bien, lo decían los diarios, mi familia, los estados de Facebook de mis amigos; pero, no hay comparación de lo que cuentan a la realidad que se vive en mi país: con seguridad afirmo que la situación en Venezuela puede ser peor que la de un campo de refugiados. Sigue leyendo